Poesía y burguesía, de Dante Milano


El arte tiene siempre una función social, aunque no siempre el artista tenga conciencia de ello. El arte no puede ser una cosa desinteresada, una cosa aparte. Cuando un poeta se recoge en su torre distante, asume una actitud de repudio a lo que lo rodea. Entonces, de todos los tipos humanos, el más odioso es el poeta, el más antisocial, transformado, por un sentimiento de revuelta contra el mundo, en el bohemio, el vagabundo, el soñador, el inadaptado, el incomprendido. Pasa a ser un elemento negativo, pero con qué orgullo, con que aire de superioridad, con qué desprecio por el público. Así se eleva el poeta a la esfera del arte puro en un mundo abstracto. Nunca antes del pobre rico mundo burgués el arte había decaído tanto de su gran misión social para atollarse en ese egoísta individualismo que dio lugar a todas las degeneraciones, a todos los cultos onanísticos del culto del yo.
Julien Benda, en su libro Apositions, aborda con precisión algunos puntos principales de la cuestión. Ahora que pasó de moda la literatura "de clase", es oportuno replantear la cuestión en sus verdaderos términos en relación al arte universal y no dependiendo de intereses partidistas ocasionales.
Al referirse al derecho que las clases populares, completamente ajenas al arte burgués, tienen a la cultura, Benda coloca al hombre del pueblo frente al siguiente dilema: una de dos, o se muestra capaz de realizar algo igual -lo que Benda cree difícil porque los valores morales e intelectuales superan, en el hombre del pueblo, a las tendencias puramente estéticas del arte burgués-, o entonces rompe de una vez con esa actitud superfina de la sensibilidad moderna. Dice Benda: "La noción de cultura se transformó considerablemente de unos años a la fecha y hoy significa, antes, una sensibilidad a los valores del arte que a los valores intelectuales y morales". Agrega, además, que el hecho de evitar tratar el tema de las cuestiones sociales desarrolló la literatura regionalista, la documental, etc., y que la preocupación de huir de todo un orden da a esa literatura un carácter "mortuorio". más adelante expone un punto sutil de la cuestión.

El pensamiento burgués decretó que la imprecisión es señal del verdadero pensamiento, y que la nitidez es propia de un pensamiento inferior. Es la tesis de ciertos escritores actuales, muy considerados por la burguesía, que elevan formalmente la falta de nitidez a un valor intelectual.
Frente a esa posición del adversario -concluye Benda-, no veo sino dos actitudes: una es que el hombre del pueblo se muestre tan capaz como los burgueses de esa cultura superfina, de esa sensibilidad suprema; otra, que diga: ese sentimiento de "exquisitez" nosotros no lo poseemos ni lo poseeremos jamás; dicho sentimiento sólo es posible en una clase privilegiada, entre hombres que viven en el ocio y pueden dedicarse enteramente a meras actividades de lujo. En vez de pretender adquirirlo, creemos una concepción de cultura totalmente nueva.

Que cada quién decida por sí mismo y elija su posición en el conflicto. Sin embargo, me parece errónea la parte que se refiere al ya decantado "ocio de los intelectuales". Es injusto considerar ocio al trabajo intelectual. el intelectual, cuando no pasa miseria dignamente, ejerce siempre, como cualquier proletario, una actividad para ganarse el pan; lo que lo diferencia de la otra especie de trabajadores es que las horas restantes que generalmente aquellos ocupan en descansar, divertirse, él las sacrifica a una actividad no remunerada, a una poesía cuyo destino es ser gratuita. La poesía es fruto del sacrificio individual -sea o no burguesa, y en lo que esta palabra tiene de incompatible con la poesía se puede de cierto modo afirmar que no hay poesía burguesa; la noción de autosacrificio parece que le quita definitivamente ese carácter. Si como es innegable, la era burguesa ha producido grandes autores, son en mayoría hijos del pueblo o tránsfugas de su medio cuando oriundos de la burguesía culta -porque es del pueblo de donde salen los genios, hijos de la miseria, de la humillación, de la revuelta, del sufrimiento-. Por eso, tal vez, en un mundo mejor, la literatura se vuelva peor.
Lo que, por cierto, no tiene importancia. Siempre es preferible un mundo mejor.


Trad. Gabriela Mariscal Quintanar

[Tomado de "Ensayistas brasileños", UNAM, México, 2005]

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